¿Hay respuestas educativas?

Los cambios personales, sociales, ambientales o globales generan incertidumbre. Podemos afrontarlos desde una visión negativa de la realidad, como una pérdida del tiempo pasado o como una oportunidad del tiempo que emerge. En el campo educativo cambiar significa crecer.

 

Nuestro tiempo no es un tiempo de cambios, sino un cambio de época.[1]  Es un momento de umbral, de tránsito hacia otra cosa que no conocemos, por eso nos es tan difícil asir la realidad, conocerla, explicarla, porque hay algo que la empuja hacia lo nuevo, hacia algo que está por nacer y ante lo que no sabemos qué hacer porque, como todas las épocas de tránsito, está marcada por la indefinición y los contrastes y, por tanto, se sabe mejor aquello que no se quiere, que lo que hay que buscar o por lo que hay que luchar.

Ante cualquier crisis podemos atrincherarnos en nuestras posiciones para que nada cambie, como meros supervivientes, o responder con medidas de “urgencia”, con soluciones “paliativas” o meramente asistenciales de moda, porque creemos que hay que actuar y después…pensar. Muchas de las pretendidas “reformas estructurales” que se nos ofrecen están plagadas de este tipo de medidas.

En educación esto no es así. Los cambios educativos son lentos y deben responder a la vida y al crecimiento de las personas, de cada persona y de todas las personas. La educación nos habla, por ello, de un mundo en emergencia, de un mundo que, porque se sabe imperfecto, cambia y hace brotar algo nuevo.

No hay cambio de estructuras posible si no hay cambio de mentalidades, aquellos en los que participan activamente los actores implicados. Cuando asistimos a debates sobre educación en los medios de comunicación, escuchamos habitualmente a periodistas, políticos, sindicatos, federaciones de AMPAS, gestores, etc. Raramente vemos en ellos al profesorado de aula o a los/as educadores/as de calle, ni siquiera a los diversos equipos directivos de entidades educativas.

Sin embargo, son ellos o ellas, los que pueden en la práctica cambiar el mundo educativo. Los cambios en educación no surgen a golpe de reforma o de pelea política. Tampoco son efectivas las grandes revoluciones tecnológicas si estas no implican una educación para aprender interconectados, para trabajar en redes. En nuestra historia reciente tenemos una buena muestra de ello. Los cambios reales surgen cuando los profesionales implicados están motivados, se capacitan desde la práctica y apuestan por enfrentar los problemas educativos con creatividad, en equipo y sumando.

En el discurso social y educativo se suele mirar más hacia las debilidades que hacia las fortalezas, a lo que falta que a lo que es riqueza. Sin embargo constatamos, especialmente desde las aportaciones que nos vienen del campo de la psicología positiva,[2] de la pedagogía competencial e inclusiva[3] y de la ecología educativa[4], que aumentar la experiencia de éxito (también el escolar) supone favorecer la resiliencia educativa y mejorar significativamente las fortalezas para poder afrontar las situaciones de riesgo o aumentar los factores de protección.

La mirada negativa a la realidad educativa, aumenta la experiencia de fracaso al disminuir la atención, la motivación y la autoestima.Esto supone bloquear respuestas en situaciones críticas produciendo situaciones de abandono, conflicto o huida.

La realidad es que muchas veces evaluamos lo que sucede desde lo que falta y no desde lo que se puede. Estas expectativas negativas suponen para los actores implicados una pérdida de la capacidad de aprendizaje.

Sin embargo, si aportamos respuestas educativas positivas aumentaremos nuestras capacidades para poder (competencias), querer (motivación) y saber (conocimiento) cambiar. Es más cómodo permanecer anclados en la negatividad, sin embargo no es más eficaz.

Si queremos ampliar la capacidad de aprendizaje es necesario tener expectativas y dinámicas positivas en educación. Para ello podemos aprovechar nuestro “mapa de riquezas”.

Desde el IEPS,  en colaboración con diversas entidades y redes educativas, queremos proponer un programa de trabajo (2012-2015), que sea una ocasión para reflexionar sobre el cambio y plantearse el futuro que viene, en un diseño de las aportaciones que se pueden generar desde la educación.

El programa Respuestas educativas para el cambio en tiempos de crisis pretende impulsar proyectos de investigación-acción-reflexión sobre la práctica, para ofrecer una propuesta educativa de carácter sistémico que prepare para afrontar los cambios socioeconómicos,  culturales, ecológicos y éticos que  vivimos en los diversos espacios educativos (y por lo tanto sociales), como consecuencia de la(s) crisis actual(es).

El programa se articula en torno a tres proyectos de trabajo que intentan responder cada uno a tres dimensiones esenciales para abordar los cambios emergentes:

a)      La dimensión socioeducativa: Se trabajará mediante el Proyecto Arco Iris orientado a la mejora de la experiencia del éxito escolar, en centros escolares y proyectos sociales situados en  contextos de riesgo. (Enero 2012-Diciembre 2014)

b)      La dimensión política: Será desarrollada con el Proyecto En-Red-Ando. Con ella se pretende aumentar la implicación de educadores y directivos en las políticas educativas de gestión del cambio a través del trabajo en redes de aprendizaje. (Julio 2012- Julio 2015)

c)       La dimensión ética: El Proyecto Bitácora pretende recuperar una educación en valores personales, globales y sociales, que fomente una ciudadanía planetaria desde la pedagogía de la interioridad. (Enero 2013-Diciembre 2015)

 

Animamos a centros educativos, proyectos socioculturales y colectivos implicados en estos temas a participar en el programa, en alguno de sus proyectos o en sus áreas de trabajo.


[1] Cf. Bolaños, F. (2001): El desafío de lo inesperado. El aporte sobre el pensamiento complejo de Edgar Morin. Curso Virtual sobre Pensamiento Complejo, REDUC 2001. En: https://www.edgarmorin.org/Portals/0/desafio%20de%20lo%20inesperado.pdf

[2] Cf. Caruana, A. (2010): Aplicaciones Educativas de la Psicología Positiva. Ed. Generalitat Valenciana. En: https://www.lavirtu.com/noticia.asp?idnoticia=55092

[3] Cf. Booth, T y Ainscow, (2002): Guía para la Evaluación y Mejora de la Educación Inclusiva. En: https://www.ite.educacion.es/formacion/materiales/126/cd/unidad_3/material_M1/guia_indicadores_inclusiva_unesco.pdf

[4] Cobo, C. y Moravec, J.(2011): Aprendizaje invisible. Hacia una nueva ecología de la Educación. En: https://www.aprendizajeinvisible.com/es/

 

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